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Publicado: enero 30, 2025
Por
Convergencia Existencial
.

El Arte Oculto de la Enseñanza en la Literatura Sufí

El cuento sufí —al igual que ciertas citas y aforismos de esta tradición— está destinado tanto al deleite de personas cultivadas como a la instrucción de aquellos que buscan el conocimiento.

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El sufismo ha desarrollado un método de enseñanza característico y poco conocido fuera de los círculos iniciáticos: la Impresión Esquemática de Cuentos. Este método se basa en el uso especial que los sufíes hacen de la literatura oral y escrita, convirtiéndola en una herramienta de transmisión de conocimiento más allá de su apariencia narrativa.

Su objetivo es proporcionar información y preparar la mente del estudiante para la recepción de la iluminación. Según la enseñanza sufí, este proceso ocurre en función de la capacidad de comprensión de cada individuo y puede formar parte esencial de su entrenamiento espiritual.

Muchos de los grandes poetas y escritores persas fueron sufíes declarados, y en sus obras subyacen dimensiones internas que trascienden la palabra escrita.

Para aprovechar su verdadera profundidad, el estudiante debe trascender la superficie del relato sin perder la capacidad de disfrutar su humor o sus aspectos más accesibles. De hecho, la tradición sufí es especialmente rica en historias que pueden interpretarse en múltiples niveles, generalmente entre tres y siete.

La primera interpretación suele ser humorística, lo que las hace muy populares. Sin embargo, con el tiempo, cuando un relato se aplica de manera exacta a un evento del presente, su verdad se revela con una claridad inesperada y su enseñanza se comprende en un nivel más profundo.

La literatura sufí, lejos de ser un simple arte de narrar, es un mecanismo sutil de transformación interna que desafía al intelecto y despierta la consciencia.

El río no teme perder su forma, porque sabe que en su transformación encuentra su verdadera esencia.

Nasrudin Siempre Escoge Mal

Todos los días, Nasrudin iba a pedir limosna a la feria, y la gente disfrutaba burlándose de él con el mismo truco: le mostraban dos monedas, una con un valor diez veces mayor que la otra. Sin excepción, Nasrudin siempre escogía la de menor valor.

La historia se hizo famosa en todo el condado. Día tras día, grupos de hombres y mujeres repetían la broma, ofreciéndole las dos monedas, y Nasrudin, invariablemente, se quedaba con la de menor valor.

Hasta que un hombre generoso, cansado de ver cómo lo ridiculizaban, lo llamó aparte en un rincón de la plaza y le dijo:

—Siempre que te ofrezcan dos monedas, elige la de mayor valor. Así tendrás más dinero y dejarán de considerarte un idiota.

Nasrudin sonrió y respondió:

—Usted parece tener razón. Pero si escogiera la moneda de mayor valor, la gente dejaría de ofrecerme dinero para demostrar que soy más tonto que ellos. No se imagina la cantidad de dinero que he ganado con este truco. No hay nada malo en parecer tonto cuando, en realidad, se está siendo inteligente.


Nasrudin y el Sabio Gramático

A veces, Nasrudin trasladaba pasajeros en su bote. Un día, un exigente y solemne sabio alquiló sus servicios para cruzar un ancho río. Apenas comenzó el viaje, el erudito preguntó si el trayecto sería muy movido.

—Eso depende… tal vez según… —respondió Nasrudin.

El sabio frunció el ceño y, con aire condescendiente, le preguntó:

—¿Nunca aprendió gramática?

—No —dijo el Mulá Nasrudin.

—En ese caso, ha desperdiciado la mitad de su vida.

Nasrudin guardó silencio …

Poco después, una feroz tormenta sacudió la embarcación, y el frágil bote comenzó a llenarse de agua. Nasrudin miró a su pasajero y, con tono sereno, preguntó:

—¿Alguna vez aprendió a nadar?

—No —respondió el sabio, asustado.

—En ese caso, amigo, ha desperdiciado toda su vida… porque nos estamos hundiendo.


¿Por Qué Estoy Aquí?

Una noche, Mulla Nasrudin caminaba por una calle solitaria cuando, de repente, notó que un grupo de hombres a caballo se acercaba. Su mente empezó a divagar: Podrían ser asaltantes… podrían matarme… o quizás sean soldados del rey y me recluten por la fuerza.

Preso del miedo, comenzó a correr y, al ver un cementerio cercano, se lanzó dentro de una fosa abierta para esconderse.

Los jinetes, que en realidad eran simples viajeros, vieron su extraña reacción y decidieron seguirlo. Se acercaron a la tumba donde Nasrudin yacía con los ojos cerrados, fingiendo estar muerto.

—¿Qué te sucede? ¿Por qué estás aquí? —preguntaron.

Al darse cuenta de que había sido víctima de su propia imaginación, Nasrudin abrió los ojos y respondió con calma:

—Es algo muy complejo, muy complicado. Pero si insistís en saber por qué estoy aquí, os lo diré: estoy aquí por vuestra culpa… y vosotros estáis aquí por la mía.


Creo Que Usted Tiene Razón

El Mulá Nasrudin fue nombrado juez. En su primer caso, el demandante presentó su argumento con tanta persuasión que Nasrudin exclamó:

—¡Creo que usted tiene razón!

El secretario del tribunal, sorprendido, le recordó que aún no había escuchado al acusado. Nasrudin asintió y permitió que este expusiera su defensa. Cuando terminó, el Mulá, conmovido por su elocuencia, exclamó:

—¡Creo que usted también tiene razón!

Desconcertado, el secretario intervino de nuevo:

—Pero, su señoría… ¡ambos no pueden tener razón!

Nasrudin lo miró pensativo y, tras una breve pausa, respondió con serenidad:

—¡Creo que usted también tiene razón!


La Bandeja de Hojaldre

Un sabio forastero llegó a Aksehir con el deseo de desafiar al hombre más docto de la ciudad. Le presentaron a Nasrudin.

El sabio trazó un círculo en el suelo con un palo. Nasrudin tomó el mismo palo y lo dividió en dos partes iguales. Entonces, el sabio trazó otra línea vertical, dividiéndolo en cuatro partes. Nasrudin hizo un gesto como si tomara tres partes para sí y dejara la cuarta para el otro. El sabio sacudió la mano hacia el suelo. Nasrudin, en respuesta, hizo lo contrario.

Cuando terminó la competencia, el sabio explicó a los ciudadanos:

—¡Este hombre es increíble! Le señalé que el mundo es redondo y me respondió mostrando el ecuador terrestre. Luego, lo dividí en cuatro partes y él me indicó que tres corresponden al agua y una a la tierra. Cuando le pregunté por qué llueve, me contestó que el agua se evapora, sube al cielo y forma nubes.

Los ciudadanos, intrigados, pidieron a Nasrudin su versión de lo sucedido.

—¡Qué tipo más glotón! —murmuró—. Me dijo: «Imaginemos que tenemos una bandeja de dulce de hojaldre». Yo le respondí: «La mitad es para mí». Luego preguntó: «¿Y si la dividiéramos en cuatro partes?». Le contesté: «Me comeré tres». Entonces sugirió: «¿Y si le agregáramos pistachos molidos?». Le dije: «Buena idea, pero para eso hace falta un fuego alto». Quedó vencido… y se fue.


La Razón de la Inacción

De entre todos los pueblos que el Mullah Nasrudín visitó en sus viajes, había uno especialmente famoso porque a sus habitantes se les daban muy bien los números.

Nasrudín encontró alojamiento en la casa de un granjero. A la mañana siguiente, se dio cuenta de que el pueblo no tenía pozo. Cada día, alguien de cada familia cargaba uno o dos burros con garrafas vacías y recorría una hora de camino hasta un riachuelo, llenaba las garrafas y regresaba, tardando otra hora en volver.

«¿No sería mejor tener agua en el pueblo?», preguntó el Mullah al granjero que lo hospedaba.

«¡Por supuesto que sería mejor!», respondió el granjero. «El agua me cuesta cada día dos horas de trabajo: una para el burro y otra para el chico que lo lleva. Eso suma mil cuatrocientas sesenta horas al año. Si en lugar de buscar agua trabajaran en el campo, podría plantar un cultivo entero de calabazas y cosechar cuatrocientas cincuenta y siete más al año, lo que, al precio actual, me permitiría comprar una vaca y media.»

«Veo que lo tienes todo bien calculado», dijo Nasrudín admirado. «¿Por qué, entonces, no construyes un canal para traer el agua del río?»

«¡No es tan sencillo!», replicó el granjero. «En el camino hay una colina que tendríamos que atravesar. Si mi burro y mi chico cavaran el canal en lugar de ir a por agua, tardarían quinientos años trabajando dos horas al día. Solo me quedan unos treinta años de vida, quizás seis y tres cuartos más si dejo el tabaco. Así que me sale más barato seguir enviándolos por agua.»

«Sí, pero no serías el único responsable de construir el canal. Son muchas familias en el pueblo.»

«Por supuesto», asintió el granjero. «Somos cien familias. Si cada una enviara un burro y un chico durante dos horas al día, el canal estaría listo en cinco años. Y si trabajaran diez horas diarias, en uno solo.»

«Entonces, ¿por qué no hablas con tus vecinos y les propones construirlo juntos?»

«Pues…» —dijo encendiendo un cigarro— «Si quiero hablar de algo importante con un vecino, debo invitarlo a casa, ofrecerle té y azúcar, hablar del tiempo y la cosecha, luego de su familia, sus hijos, sus hijas, sus nietos… Después, darle de comer, otro té con galletas, y entonces él tendrá que preguntarme por mi granja y mi familia antes de que podamos abordar el tema con calma. Todo eso lleva un día entero. Como hay noventa y nueve cabezas de familia, tendría que dedicar noventa y nueve días a convencerlos. Mi granja se vendría abajo. Lo máximo que podría hacer sería invitar a un vecino por semana, lo que me llevaría casi dos años.»

«Pero en cuatro años estaríais listos para comenzar el trabajo», insistió Nasrudín. «¡Y en el quinto año, el canal estaría terminado!»

«Hay otro problema», dijo el granjero. «Una vez construido el canal, cualquiera podrá servirse del agua, haya contribuido o no con su parte de trabajo.»

«Lo entiendo», asintió Nasrudín. «No podríais vigilar todo el canal.»

«Exacto», continuó el granjero. «Cualquier avispado que se librara de trabajar se beneficiaría igual que los demás, sin haber aportado nada.»

«Tengo que admitir que tienes razón», reconoció Nasrudín.

«Y como todos aquí somos buenos con los números, cada uno intentará escabullirse. Un día el burro estará cansado, otro el chico tendrá tos, otro la mujer de alguien estará enferma y el chico y el burro tendrán que ir a buscar al médico… Así que, sabiendo que los demás tampoco harán lo que deben, nadie enviará a su burro o a su chico a trabajar. La construcción del canal ni siquiera empezará.»

Nasrudín quedó pensativo un momento, pero luego exclamó: «Conozco un pueblo al otro lado de la montaña que tenía el mismo problema que vosotros. Sin embargo, ellos tienen un canal desde hace veinte años.»

«Sí», dijo el granjero con una sonrisa. «Pero a ellos no se les dan bien los números…»


La Farmacia

Nasrudín estaba sin trabajo y le preguntó a algunos amigos qué profesión podría emprender. Ellos le respondieron:

Bueno, Nasrudín, eres muy capaz y sabes mucho sobre las propiedades medicinales de las hierbas. Podrías abrir una farmacia.

Nasrudín se fue a casa, reflexionó sobre la idea y pensó:

Sí, es una buena idea. Creo que tengo lo necesario para ser farmacéutico.

Sin embargo, Nasrudín estaba pasando por uno de esos momentos en los que deseaba destacarse y ser importante, así que dijo:

No voy a abrir solo un herbolario o una farmacia que se dedique a las hierbas. Voy a abrir algo grande, algo que cause un impacto significativo.

Compró una tienda, instaló estanterías y vitrinas, y cuando llegó el momento de pintar el exterior, colocó un andamio, lo cubrió con sábanas y trabajó detrás de él. Nadie pudo ver el nombre ni cómo estaba pintando la fachada.

Después de varios días, distribuyó folletos que decían: «La gran inauguración será mañana a las nueve». Todos los habitantes del pueblo y de los alrededores vinieron a esperar frente a la nueva tienda.

A las nueve en punto, Nasrudín salió, hizo un gesto teatral y retiró la sábana que cubría la fachada. Allí estaba un enorme cartel que decía:
«FARMACIA CÓSMICA Y GALÁCTICA DE NASRUDÍN», y debajo, con letras más pequeñas:
«Armonizada con influencias planetarias».

Muchas personas quedaron impresionadas, y Nasrudín hizo muy buenos negocios ese día.

Por la tarde, el maestro de la escuela local fue a verlo y le dijo:

Francamente, Nasrudín, esas afirmaciones que haces me parecen un poco dudosas.

Nasrudín sonrió y respondió:

No, no. Todo lo que digo acerca de las influencias planetarias es absolutamente cierto: cuando el sol se levanta, abro la farmacia, y cuando el sol se pone, la cierro.


¿Quién es Quién?

Un hombre que había estudiado en muchas escuelas de metafísica se presentó ante Nasrudín. Describió en detalle en qué escuelas había estado y qué había estudiado, con el fin de demostrar que merecía ser aceptado como discípulo.

«Espero que me acepte, o al menos que me exponga sus ideas», dijo, «pues he empleado tanto tiempo estudiando en esas escuelas».

«¡Qué lástima!», exclamó Nasrudín. «Usted ha estudiado a los maestros y sus enseñanzas. Lo que realmente tendría que haber sucedido es que los maestros y sus enseñanzas lo estudiaran a usted. Entonces, sí, tendríamos algo interesante».


La Importancia del Bosque

Todos los maestros dicen que el tesoro espiritual es un descubrimiento solitario.

—¿Entonces por qué estamos juntos? —preguntó uno de los discípulos a Nasrudín, el maestro sufí.

—Ustedes están juntos porque un bosque siempre es más fuerte que un árbol solitario —respondió Nasrudín—. El bosque mantiene la humedad del aire, resiste mejor a un huracán, ayuda a que el suelo sea fértil.

—Pero lo que hace fuerte a un árbol es su raíz. Y la raíz de una planta no puede ayudar a otra planta a crecer.

—Estar juntos en un mismo propósito es permitir que cada uno crezca a su manera; este es el camino de quienes buscan su propia evolución y comprensión profunda.

(Paulo Coelho)

Reflexión Abierta

Los cuentos sufíes, a través de su aparente simplicidad, nos invitan a reflexionar profundamente sobre la naturaleza de la existencia, la espiritualidad y la relación del ser humano con lo divino. Cada historia, con sus metáforas y símbolos, ofrece enseñanzas que van más allá de la lógica cotidiana, abriendo puertas hacia un entendimiento más profundo de la vida y del camino espiritual.

Estos relatos nos muestran que la verdadera sabiduría no se encuentra en los conocimientos adquiridos o en las enseñanzas externas, sino en la experiencia directa, en la conexión con el momento presente y en la comprensión del ser más allá de las limitaciones del ego.

DESCARGO DE RESPONSABILIDAD: SOBRE EXPANDIR TU BASE DE CONOCIMIENTOS

Este texto no busca simplificar las ideas, sino inspirarte a investigar, reflexionar y expandir tu percepción. En esta era de la información, donde todo conocimiento está al alcance de un clic, la profundidad de tu comprensión depende de tu disposición para explorar más allá de lo que te resulta familiar.

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Salir de tu zona de confort intelectual no solo enriquece la mente, sino también el espíritu. Al final, todo depende de vos.

Mantra de la Aceptación y el Compromiso Individual 
Le pido a mi alma fortaleza para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para transformar lo que está en mi poder, y sabiduría para distinguir entre ambos.
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