Este poema nos deja como enseñanza profunda que el verdadero dominio del ser humano no está en los logros externos, sino en la capacidad de superar desafíos internos, mantener el equilibrio ante todas las circunstancias y seguir siendo uno mismo, fiel a sus valores, independientemente de las influencias externas.
Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor todos la pierden y te echan la culpa; si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan de ti, pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
Si puedes esperar y no cansarte de la espera, o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras, o siendo odiado no dar cabida al odio, y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con demasiada sabiduría…
Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen; si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo; si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso (desastre)y tratar a estos dos impostores de la misma manera;
Si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho: tergiversada por bribones para hacer una trampa para los necios, o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas…
Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta, y perder, y comenzar de nuevo por el principio y no dejar de escapar nunca una palabra sobre tu pérdida;
y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza, excepto La Voluntad que les dice «¡Continuad!»
Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser;
Si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden dañarte, si todos los hombres cuentan contigo pero ninguno demasiado;
Si puedes emplear el inexorable minuto recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella, y lo que es más, serás un hombre, hijo mío.
Rudyard Kipling (1895)
«Si» de Rudyard Kipling fue escrito en 1895 y se publicó por primera vez en el libro «Rewards and Fairies» en 1910. La esencia del poema radica en la capacidad de mantener la compostura y la integridad en momentos de crisis, sin dejarse llevar por el odio, el miedo, ni el ego. Es un llamado a la perseverancia incluso cuando las fuerzas flaquean, a seguir adelante con voluntad indomable y a tratar el éxito y el fracaso como dos aspectos de la misma moneda, sin que ninguno te domine.